La sexualidad, como expresión de nuestro deseo de obtener placer con nuestro cuerpo, o de compartirlo junto a otra persona, es una parte de nuestra intimidad, de nuestra identidad y esencia privada fundamental para el bienestar personal.

Cuando conocemos a alguien en otra faceta vamos dejándonos conocer, mostrándole quienes somos, cómo pensamos, con qué nos sentimos a gusto y con qué no.

Cuando nos relacionamos desde la sexualidad con otra persona debería darse del mismo modo, pero se adueña de nosotros y nosotras el pudor, el miedo a ser juzgados, la moral, la vergüenza, la necesidad de aprobación, la complacencia.

Al final, la otra persona acaba conociendo a quien hemos construido para enseñar al otro, una caricatura de nuestro verdadero yo, que lucha, a veces sin ser casi consciente, entre vivir desde el disfrute esa intimidad y sentirse aceptado o aceptada por su pareja sexual.

Todo el mundo acepta la importancia de la comunicación y se esfuerza en usarla como herramienta de salud a nivel psicológico: expresando cómo nos sentimos cuando nos hieren… pidiendo a alguien que comprenda lo que queremos… pero, al llegar a la esfera sexual, nos inhibimos, nos hacemos pequeños y pequeñas y nos perdemos.

El objetivo de la asertividad sexual es trasladar la naturalidad del acto comunicativo a la sexualidad, pudiendo expresar a la pareja sexual lo que preferimos, lo que más nos motiva, lo que no nos motiva en absoluto… pudiendo decir NO a una práctica sexual que no queremos realizar, sin sentirnos culpables, o sin la carga de la complacencia que en ocasiones nuestra cultura nos impone. Es encontrar la manera de defender un derecho que nuestro cuerpo tiene a disfrutar, es velar por nuestra salud sexual proponiendo la práctica segura, es definirnos a nivel íntimo, es ocuparnos de poner voz desde la normalidad al deseo.

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